Este fin de semana, participé en el Sadhana Yoga Conference en Ecuador, invitado a enseñar principios de Yoga Terapéutico.

Aprendí mucho, pero tres lecciones en particular vienen a mi mente:

 

1. El Yoga está en pañales.

Yo sé, el Yoga es una filosofía milenaria. Y a pesar de que muchos de sus aspectos han tenido amplio tiempo para madurar, el contacto con el occidente se ha convertido en una crisis de identidad, y al mismo tiempo una increíble oportunidad de crecimiento para el Yoga.

No eres la cuchara…

Por ejemplo: a pesar de que muchos yogis dedicados han encontrado cómo trabajar intuitivamente con el cuerpo para lograr hazañas impresionantes,  el Yoga está recién iniciando su aprendizaje en cómo acomodar a cuerpos occidentales, sobre todo cuando tienen dolor.

El Yoga, después de todo, tiene como intención primordial lograr la iluminación, no sacarte el dolor de espalda. Su rol terapéutico ha sido secundario, y hasta hace relativamente poco, no era ni siquiera una consideración.

Y aunque por un lado, la India se infla de orgullo cuando el Yoga es reconocido como herramienta para sanar, por otra parte los tradicionalistas sienten que la relevancia del aspecto terapéutico puede diluir el mensaje primordial del Yoga…

Después de todo, el trabajo de aliviar tensión muscular puede parecer pequeño en comparación con el trabajo de elevar la consciencia humana.

Pero cualquiera que haya sufrido de un dolor de espalda debilitante sabe que es casi imposible meditar con dolor. Y cualquiera que se haya aproximado a la práctica de posturas con la intención de preparar al cuerpo para la meditación reconoce la diferencia que hace un profesor que entienda de sus necesidades físicas específicas.

Y quizás por eso, esta parece ser la etapa en que el Occidente ayudará a la práctica física del Yoga a madurar. Veo una sed increíble por aprender acerca de la perspectiva terapéutica y como adaptar las posturas para que se sientan mejor en el cuerpo.

 

2. Es difícil “hacer comunidad”.

En Ecuador, el Yoga está bastante arraigado. Uno de los pioneros del Yoga en Ecuador, el ya fallecido Padre Dávila, empezó a difundir los conocimientos del Yoga desde finales de los años cincuenta del siglo pasado.

El Padre Dávila compartía con todo aquél que estaba dispuesto a aprender. Su posición como sacerdote de la Iglesia tranquilizaba los miedos que la Iglesia ha difundido acerca de esta práctica.

Además, su conexión con los medios de comunicación le ayudó a difundir todavía más su mensaje, y la mezcla de todas estas cosas han hecho que en Ecuador hoy en día el Yoga tenga una presencia mucho más establecida que en Panamá.

Y aún así… noté que sigue siendo todo un desafío lograr que la comunidad actuara con unidad.

Es difícil congregar a gente con prácticas tan distintas, sobre todo cuando se trata de continuar aprendiendo y creciendo en aspectos que no necesariamente a todo el mundo le llaman la atención.

Pero al mismo tiempo muchos de nosotros sentimos lo importante que es que la comunidad se apoye en sus eventos, que los profesores sientan el llamado a continuar su formación y a exhortar a sus alumnos a expandir sus horizontes.

Es por eso que, además de aplaudir el gran esfuerzo y logros del Sadhana Yoga Conference, exhorto también a mis alumnos a participar de los eventos que puedan expandir su perspectiva acerca del Yoga.

 

3. El chocolate. Y qué chocolate!

En la conferencia quise comprar una barra de chocolate orgánico para traerle a mi esposa. Pero cuando finalmente tuve un chance para hacerlo, el stand había cerrado. En el aeropuerto, me detuve frente a esta tienda de bombones.

Al acercarme y ver los precios, me asusté. $2.50 por un bombón!?

La encargada me dijo que los probara, sin compromiso. Le dije que me parecía poco ético de mi parte probarlos, porque a pesar de que me gusta mucho el chocolate, no creía que iba a gastar esa cantidad de dinero.

Pero la señora insistió, me dijo que incluso si no compraba nada, no importaba, que al menos lo probara. Accedí.

Y me derretí.

Amo el chocolate. Esto era arte. Así que compré la caja más pequeña que tenían (4 bombones). Se los di a mi esposa.

Su cara, disfrutando de los chocolates, valieron cada centavo.

Si estás en el aeropuerto de Guayaquil… no te vayas de allí sin al menos probarlos. Puede ser una de las mejores experiencias que te lleves del Ecuador.