La primera vez que la vi, Sofía* se movía como si fuera frágil como un cristal.

Después de mucho tiempo de sufrimiento, había accedido a una riesgosa cirugía de cuello.

Pero a pesar de meses de fisioterapia, todavía tenía episodios de dolor que la dejaban incapacitada por días.

Es por eso que se movía con tanto cuidado.

Era la única forma que había encontrado de evitar dolor.

Pero cuando vino a mi consulta de Yoga Terapéutico, ya había logrado un montón de estabilidad. Ahora le faltaba aprender a moverse de forma fluida y natural.

A recuperar la vida normal que le prometieron era posible después de la operación.

Nuestras sesiones duraron meses, a través de los cuales Sofía había mejorado muchísimo.

La frecuencia y duración de sus episodios habían cambiado dramáticamente. Su fuerza, estabilidad y movilidad habían mejorado muchísimo.

Pero a pesar de que se movía con mucha más soltura… la última vez que tuvimos una sesión, le pedí que trotáramos en el mat.

Pero Sofía tenía tanto miedo, que entró en un estado de pánico, y empezó a llorar.

Me rogó que no le pidiera hacer eso…

Lo conversamos.

No era la primera vez que tenía que ayudarla a sobrellevar sus miedos para romper barreras. Al final, la convencí. Lo hicimos de forma gradual.

Y luego de 3 años sin hacerlo… Sofía saltó.

No muy alto (todavía). Pero el salto la liberó para bailar y moverse con mucha más libertad. La acercó mucho más a correr, un ejercicio que tiene largo tiempo añorando practicar.

Lo cierto es que ambos estábamos corriendo un riesgo.

Ella podría haber tenido dolor después de lo que le pedí hacer.

Yo corría el riesgo de equivocarme (y de perder la confianza que ella ha depositado en mí a través de los meses de éxitos terapéuticos).

Pero era un riesgo que le pedí tomáramos juntos, reconociendo que si había dolor, no era irreparable.

Porque quedarse el resto de la vida limitada por sus miedos es todavía un riesgo más grande.

Es lo que en efecto la ha limitado en otras áreas de su vida. 

El cuerpo como sustituto

 

El cuerpo, y cómo lo tratamos, suele ser un sustituto que representa a otras áreas de nuestra vida.

Y en este caso, siempre hay una tensión entre la necesidad de seguridad y control (miedo), y libertad (valentía).  

Algunas personas tratan a su cuerpo como si romperlo fuese igual a romper legos.

Pero nuestro cuerpo no se vuelve a armar tan fácilmente. Por lo tanto, esa osadía puede costarnos muy caro.

La contraparte es tratar a nuestro cuerpo como si fuera de cristal.

En cuyo caso lo encerramos en una jaula que no le permite el goce pleno de la vida.

Cada uno de nosotros encuentra un balance que se ajusta a nuestra personalidad y condición.

La pregunta que tengo para ti es esta:

¿Cómo tratas a tu cuerpo, como lego, o como cristal?

¿Cómo refleja eso lo que haces en otras áreas de tu vida?

¿Estás sacrificando demasiada libertad para sentir seguridad, o tu búsqueda de libertad está poniendo en riesgo cosas que no vale la pena arriesgar?

Con cariño,

Mijael

*Sofía no es su nombre verdadero, porque respeto la privacidad de mis alumnos…

 

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