Desde los 6 años, Jaqueline sabía que quería «arreglar al mundo».
Y en la universidad, ella se había anotado como voluntaria para llevar una cena de navidad a una comunidad de bajos recursos.
La noche anterior, organizó una fiesta con amigos para recopilar más cosas todavía: ropa, comida, juguetes. Su intención era hacer esa navidad realmente especial para esa familia.
A la mañana siguiente se montó en el carro de una amiga, lo cargó con todas las cosas que habían recopilado, y llegaron a la dirección en esa comunidad… y lo primero que le impactó fue las condiciones de la pequeña vivienda que a duras penas se mantenía en pie.
Jaqueline nunca había presenciado antes pobreza como esa.
En ese instante, se sintió profundamente avergonzada.
Le dijo a su amiga – «No sé quienes son esos niños, ni qué edad tienen. No sé qué les gusta, ni qué tipo de padres tienen. No sé si los padres quisieran que los niños sepan que otros adultos traen esos regalos, en vez de Santa. Nada de esto cuadra… Susana, por favor mantén el carro andando».
Agarró las cosas, corrió a la entrada de la vivienda y allí dejó todo. Corrió de vuelta al carro, y le dijo a Susana que se fueran de inmediato.

Esa es una historia que cuenta Jaqueline Novogratz, nombrada por Forbes como una de las 100 mentes más brillantes de negocios, por su impacto como CEO de Acumen, una firma de inversión de impacto social que ha logrado mejorar la vida de cientos de millones de personas en países en desarrollo (esa cifra no es exagerada).
Y contó esa historia (en el podcast de Tim Ferris), tratando de responder la pregunta ¿De dónde viene tu «imaginación moral»?
Su punto es el siguiente: aunque muy bien intencionada (y quizás con consecuencias muy positivas para la familia que recibió sus regalos), las preguntas que se hizo en ese momento eran preguntas de inmensa empatía.
Pero no siempre fue así.
Antes de llegar a ser CEO de Acumen, en su primer trabajo de impacto social en Africa occidental, casi termina asesinada (literalmente)… «Nadie quiere ser salvado, especialmente por una niña blanca americana de 25 años», dice Novogratz de esa experiencia.
Escuchar a esa conversación me hizo pensar mucho en lo importante entender bien a quién vas a ayudar antes de hacerlo.
De lo contrario, tus buenas intenciones pueden ser mal recibidas, y a veces incluso causar daño.
Esto se aplica desde la acción más pequeña (dar consejo a quien no lo pide, algo de lo que soy culpable a menudo), o armar una organización enorme para ayudar a una comunidad en la que no vives.
Y tú… qué piensas?
Házmelo saber por correo, IG, FB o señales de humo.
Con cariño,
Mijael
Es totalmente cierto lo que cuenta esta historia… muchas veces lo que recibimos inicialmente es rechazo ante la supuesta generosidad, por miedo, desconfianza, resentimientos escondidos, etc. He aprendido en este mundo del “giving hope, education, etc” que lo primero es ser empatico, escuchar las voces de esas personas a las que queremos apoyar, antes de ofrecerles nada… cuando la EMPATIA es sincera, los resultados posteriores son increíbles. Gracias Mijael por compartir esta historia. Abrazo.
Gracias Yolanda!
Un abrazo, y sigue en tu camino de ayuda empática 🙂